Durante muchos años he vivido sintiendo la incomprensión, la soledad y el desanimo de no encajar en esta sociedad; muchas preguntas a lo largo del tiempo se crearon sin respuesta alguna.
Será que no pertenezco a este ambiente?
Será que fallaron en mi educación?
Será que tengo algún problema físico o mental?
Será que no soy del agrado de las personas?
Será que no tenemos química corporal?
Será que la sexualidad es para mí un tabú?
Será que reprimo mis instintos?
Será que no he conocido a la persona indicada?
Tomé decisiones incorrectas por no saber quién era, por no encontrar un espacio en el mundo donde sentirme aceptada, cómoda y libre. Ilusionada de haber encontrado a una persona capaz de entenderme, de amarme y de respetarme me casé; incluso me llamaba cariñosamente “mi cubito de hielo” cosa que yo encontraba simpática, porque no comprendía el verdadero significado, lo veía más bien como una forma de decir que me daba mucho a respetar y está claro que él no mostraba mucho interés sexual que digamos, nuestra relación se basaba en compartir la vida cotidiana, aficiones y objetivos. En ese tiempo desconocía totalmente que mi esposo se consideraba por sus experiencias sexuales con otras mujeres todo un experto en las artes amatorias y que por supuesto yo representaba un reto para él, ya que suponía que al mantener relaciones conmigo, él sería capaz derretir a su amado “cubito de hielo” y volverlo pasión pura, pero no fue así…
Descubrí que el sexo no se me daba y que representaría un verdadero martirio en mi vida marital.
Cabe mencionar que independientemente de los problemas emocionales, familiares y sentimentales que enfrentan las parejas casadas, en mi caso particular fue la cuestión sexual la que propicio un gran rompimiento entre nosotros.
Después de muchos pretextos, discusiones y exigencias, accedía a mantener relaciones esporádicamente, razón por la cual logré convertirme en madre; sin embargo las grandes diferencias fueron fracturando nuestra relación hasta el punto de vivir como compañeros de casa en habitaciones separadas perdiendo todo vínculo afectivo, todo lazo emocional y toda interacción fisica.
Vivir la vida conforme los convencionalismos sociales resulto para mi un verdadero fracaso, la típica idea de casarse y tener hijos me llevo a un mundo de soledad, infelicidad y frustración.
Sin embargo ahora estoy descubriendo que hay un mundo donde gente como yo tiene cabida, donde puedes compartir, sentir e incluso amar de una forma única y peculiar.
Hay en nosotros algo distinto que nos lleva por un camino de crecimiento emocional y espiritual superior; donde lo mundano y lo vulgar no tienen cabida; donde los instintos sexuales no son distracción para conocer el alma y la esencia; donde el romance fluye desmedido basado en sentimientos profundos; donde la belleza es objeto de total admiración y no de manipulación; donde la seducción te lleva al conocimiento; donde la sensualidad impulsa tus talentos; donde el amor comparte conceptos y no cuerpos; donde se acaricia el alma y se seduce al intelecto; donde se comparte la vida cotidiana, los problemas y los sueños; donde el placer estalla ante una buena compañía, una interesante charla o una exquisita comida; donde la energía vital te guía a disfrutar de los hermosos paisajes, a llenarte del calor del sol, a sentir la libertad del viento, a empaparte en la frescura de la lluvia, a asombrarte de la grandeza del mar, a calmarte en la serenidad de los lagos, a alimentarte de la fortaleza de los ríos y a impulsarte con el poder de los acantilados; ahora sé que todas mis preguntas tienen respuesta, pero para encontrarlas fue necesario abrir la mente, el alma y el corazón y aceptar que formo parte de un maravilloso mundo asexual. Soy el amor platónico, la romántica historia ficticia, la generosidad desmedida, el pensamiento recurrente, la preocupación infinita, la luz en el ocaso y la esperanza en la agonía.
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