viernes, 18 de noviembre de 2011

LA NIÑA Y EL DIJE DE PLATA

Había un vez una niña, su nombre era Samanta, con sus vestidos de flores , cabellos largo y sonrisa alegre.  Corría siempre en el mismo parque donde jugaba todos los jueves en las tardes después de hacer los deberes.

El mejor momento para ella era ir a casa de su abuela Marisabel, siempre la engreía con pequeños regalos hechos por ella, en su colección más preciada tenía muchas chalinas tejidas de todos los colores y en las puntas un diseño único con su nombre y rosas rojas que era su flor favorita.

Llegó al fin un día jueves lo que tanto espera en la semana para ir a jugar con sus amigos, Matilde, Santiago y Francisco casi eran sus hermanos.
Lo primero al verlos era darles un abrazo que ellos llamaban "el gran pachurro de cuatro" se reían tanto cuando corrían a jugar en el barro, en el pasto, en los árboles, nadie podía parar la alegría que sentían estando juntos... pero un jueves sin esperarlo Santiago enfermó y no fue a jugar, sus amigos le dieron la mala noticia pero como siempre, tan positiva decía, él vendrá, ya mejorará!.

Pasaron semanas desde aquél día que de pronto la tarde del jueves ya no era la misma, siempre hablaban de Santiago y se preguntaban si ya iba a sanar...

Eran las tres de la mañana del día sábado y se levantó por un dolor muy fuerte en el estómago, se quejaba tanto que fue a la habitación de su madre llorando a pedirle algunas gotas de aquella medicina que le daba cuando los cólicos al tomar leche por gusto la llevaba a la cama temprano los lunes después de la escuela, pobre niña, a ella le encantaba pero se equivocaba muchas veces y agarraba la de cartón azul.

La madre la acompañó a su habitación para hacerla dormir, lo que ella a buena respuesta intentó pero no paró de llorar hasta cansarse.

Casi fueron las cinco de la mañana y una llamada despertó a su madre, malas noticias para Samanta, su amigo había dejado este mundo para ir al mundo que ellos siempre imaginaban, ese mundo lleno de tiras de peluche, las nubes de algodón de dulces rosas, donde estaban los conejos de Matilde, los caballos de Francisco, las hormigas que tanto dibujaba en papel de color morado y los hamsters de Santiago a los que ponía nombres graciosos donde todos comenzaban con la letra "S", no fue fácil decirle a Samanta que uno de sus mejores amigos había fallecido, la madre lo pensó tantas veces que al fin se decidió y al ingresar a la habitación para que finalmente Samanta sepa esa dura noticia que al comenzar interrumpió con un "Ya lo sé Madre" "Él ha venido a despedirse en mis sueños, me ha dado un presente mamá, y se fue corriendo al jardín para señalarme el lugar donde lo ha dejado".

La madre al escucharla se echó a llorar desconsoladamente, la niña la miró y le dijo, no estés triste porque está con Angel, él lo cuidará, la madre no aguantó y se tiró en la cama de su habitación, estiró el brazo y abrió el cajón para sacar la foto de su pequeño hijo que al igual que a Santiago una enfermedad al corazón se lo llevó un par de años atrás con tan solo 6 años.

El domingo por la mañana fueron a casa de Santiago para verlo por última vez, se encontrarían con los otros pequeños, a las madres no les gustaba la idea de que vieran a su mejor amigo dentro de esa blanca madera como caparazón para sostener su pequeño cuerpo sin vida, solo los hicieron subir a su habitación donde estaban todas aquellas fotos de aquél día en el parque de diversiones, el cumpleaños número siete, había pasado tan solo un año y ellos lo recordaban tanto.
Francisco quiso abrir ese vídeo que tenía en su computador donde reían a los cinco años un miércoles al terminar un almuerzo en casa de Matilde, escucharon la risa de santiago todas las veces que podían repitiendo una y otra vez el mismo vídeo que hizo la madre de la pequeña Samanta.

La madrugada del lunes tubo un sueño donde corría por todo el parque persiguiendo a Santiago que señalaba los árboles más altos al fondo por las flores rojas.
Se despertó siete de la mañana a levantar a su madre que aún seguía triste por lo de Santiago y su pequeño Ángel (El nombre de su hijo).

Pasó un año más y los tres amigos practicaban el mismo saludo aunque ya no estaba santiago y sus hamsters . Al correr por todo el parque como siempre recordaba los árboles más altos y las flores rojas que estaban cerca de donde ella nunca intentó seguir los pasos que le dejaba cada sueño con Santiago al perseguirlo.

Llegó el martes donde ella gritaba de emoción al despertar, era el día que más quería en la semana, más aún que el jueves que veía a sus amigos, era momento de ir a casa de su abuela para que su colección de chalinas crezca más, donde adoraba ver esas rosas rojas en los detalles de las puntas al costado de su nombre en ocasiones.
No esperó que el auto de su madre se estacionara así que se sacó el cinturón, abrió la puerta del auto y se fue corriendo para tocar la puerta que su abuela abrió al verla correr de lejos, ella escondía tras su espalda el regalo que tanto esperaba, otra de esas chalinas que su abuela tejía con tanto cariño y paciencia, siempre tenían un color distinto, cada una era de un tamaño distinto... "¿Abuela, de qué color es hoy? preguntaba la niña", la abuela le dijo "esta vez no hay chalina, esta vez te compré un regalo que te encantará mi pequeña", después de escucharla pronunciar "no hay pero hay algo mejor" tenía que ser especial, la abuela abrió la mano y en ella estaba un dije en forma de corazón, esos dijes de plata donde uno puede poner fotografías pequeñas, la niña miró a la abuela y le dijo que le gustaba mucho pero que estaría mejor si en ella ponían una foto junto a su abuela con todas sus chalinas, la abuela rió y la madre de samanta sacó de su bolso la cámara de fotos para hacerle una junto a su abuela y el dije de plata en su cuello "hasta que hagamos esa foto que tanto quieres, vamos tomando una con ese regalo tan bonito", la niña aceptó y todo el día la abuela le tejió una nueva chalina.

Tres semanas desde ese día, había llovido tanto, era día jueves de parque pero la  madre de Samanta no la dejó ir a jugar con sus amigos por temor a que enfermara, ella rogó  y rogó para que le deje al menos saludar a sus amigos, donde la madre siempre dijo "No, esta vez no", la madre al verla molesta tomó un sobre de la mesa de centro, era una fotografía que acababa de recoger del estudio, la foto con su abuela y el dije de plata que siempre colgaba de su cuello, pasaron los minutos y ella no estaba tranquila, así que a escondidas llamó por teléfono a casa de Matilde para decirle que hable con sus padres y reunirse todos en su casa como recompensa por haber sido ese día el día que no se vieron. 

Llegó viernes y todos estaban en casa jugando con ese mundo lleno de tiras de peluche, las nubes de algodón de dulce rosa, donde estaban los conejos de Matilde, los caballos de Francisco, las hormigas que tanto dibujaba en papel de color morado y los hamsters de Santiago, aunque ya no tenían nombres solo eran "Los hamsters de Santiago", con ello jugaron toda la tarde hasta que se hizo de noche.

Pasaron los días hasta que un nuevo miércoles después de un magnífico día con su abuela quedó atrás, para rogar que acabara y así al fin sea otro día.

Al fin jueves y todos los niños llegaban corriendo a ese parque que los vio crecer y les daba momentos que siempre guardarían en sus mentes, corrían y corrían por todos lados e incluso fueron a ese lugar, donde sus hormigas moradas nacieron, al fondo por esas flores rojas al costado de esos grandes árboles que eran casa de los hamsters de Santiago, aquél día treparon ese gran árbol del centro sin percatar que estaban en un peligro, pero los niños son niños y siempre vencieron todo los retos que ese árbol les dio hasta que al momento de bajar, los pantalones de francisco se rasgaron, Matilde raspó sus codos y Samanta extravió sin querer el dije de plata.

Era hora de regresar cada uno a casa, el padre de Samanta fue a recogerlas, traía con él una mala noticia, la abuela estaba enferma pero no le dirían nada a Samanta, no era tanto como para preocuparla. 

Dos días pasaron y ella en su cuarto jugaba con sus hormigas moradas, al enseñarles a peinar sus largas cabelleras de muñeca,de pronto frente al espejo se dio cuenta que no traía el dije de plata. 

Pensó, se preocupó y se dijo así misma que su abuela podía perdonarle eso, estaba dispuesta a contárselo a penas llegara el martes.

Llegó otro día más era muy temprano, al bajar las escaleras encontró a su padre en el mueble de la sala con el celular sobre su estómago, él lloraba desconsoladamente. Su abuela había fallecido de una enfermedad  que detuvo su corazón... Al saberlo corrió al cuarto y con todo encima recordó aquel día que le pidió a su abuela una fotografía para ponerla en su dije de plata, esa fotografía con todas sus chalinas, entonces subió la mirada, la foto nunca la hicieron, solo le quedaba esa foto que estaba sobre el aparador del comedor, esa foto se la llevó a su madre y le pidió que la ponga en su dije de plata, la madre la miró por muchos segundos mientras que en el rostro de Samanta corrían las lágrimas de dolor e impotencia, la madre sujetó la foto y le dijo "prometo que el jueves pido una copia pequeña para ponerla en tu dije" la niña sonrió de alegría y se fue a su habitación con aquella fotografía mientras que por sus ojos pasaban todos esos momentos de gozo junto a su abuela, se acostó en la cama y recordó que había perdido el dije. La desesperación, el llanto la durmió y soñó de nuevo con Santiago, en el sueño él le entregaba la medalla de plata, luego corrió a los árboles altos, ella lo seguía desesperadamente, de pronto él subió tan alto que casi no podía verlo por los rayos de sol en su rostro, se rindió y finalmente despertó.

No tenía el dije pero iría a buscarlo, se dio cuenta que ese fue el regalo que le envió santiago después de irse a ese mundo lleno de tiras de peluche y las nubes de algodón de dulce rosa, donde estaban los conejos de Matilde, los caballos de Francisco, las hormigas que tanto dibujaba en papel de color morado y los hamsters de Santiago, ella encontraría aquel dije en aquellos árboles altos, junto a esos arbustos con flores rojas. 

Siempre pasa por el mismo parque, ella ya es joven y le es difícil encontrarlo así que decidió contarle a su abuela que le perdonó entre sueños en una madrugada larga del Martes.

Muchos años pasaron  de aquella vez, ahora solo le queda la fotografía con la abuela y aquel dije de plata.

("Los abuelos")

(Una historia, dedicada a mi abuela que está en el cielo. "te extraño tanto, aún conservo la esclava de plata que un día llegó a mis manos como uno de tus regalos")

Esta canción me hizo recordarte, cada vez que la escucho lo hace, espero que te guste Abuelita!!!

@BetsyMJAPCF

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;